Padre Pío de Pieltrecina

Fechas importantes en la vida del Padre Pío
Cartas del Padre Pío
El Padre Pío y la confesión
Espiritualidad y misticismo del Padre Pío
Padre Pío, estigmatizado por amor
Bilocación y estigmas
Jesús le habló a Padre Pío sobre el fin del mundo
Consejos del Padre Pío para tratar con el Ángel de la Guarda
Imágenes del Padre Pío
Padre Pío
Padre Pío 2
Padre Pío
Padre Pïo
Oraciones en imágenes

Pío de Pietrelcina O. F. M. Cap., también conocido como Padre Pío (Pietrelcina, 25 de mayo de 1887 - San Giovanni Rotondo, 23 de septiembre de 1968) fue un religioso capuchino y santo italiano. Famoso por los hechos sobrenaturales que se le atribuyen, como sus estigmas, curaciones y lectura de conciencias a los que iban a confesarse con él. Fue canonizado en 2002 por Juan Pablo II bajo el nombre de «san Pío de Pietrelcina».


Francesco Forgione nace en Pietrelcina en el año de 1887, sus padres fueron Grazio Orazio Mario Forgione y María Giussepa di Nunzio. Su familia era de clase humilde, trabajadora y muy devota. Desde niño mostró mucha piedad e incluso actitudes de penitencia. Su infancia se caracterizó por una salud frágil y enfermiza. Es desde esta edad donde manifestó un gran deseo por el sacerdocio, nacido por el encuentro que tiene con un monje capuchino del convento de Morcone (a 30 km de Pietrelcina) llamado Fray Camillo quien pasaba por su casa pidiendo limosna. Su padre tuvo que emigrar a América para poder pagar sus estudios, en 1898 a Estados Unidos y en 1910 a Argentina. Desde su niñez sufre los llamados «encuentros demoníacos», que lo acompañaran a lo largo de su vida. Amigos y vecinos testificaron que en más de una ocasión le vieron pelear con su propia sombra.

Comienza la vida de fraile
El 6 de enero de 1903, con 16 años, fue aceptado como novicio en el convento de Morcone. El maestro de novicios era el padre Tommaso da Monte Sant’Ángelo, a quien el padre Pío recordaba como «un poco severo pero con un corazón de oro, muy bueno, comprensivo y lleno de caridad con los novicios».

La vida en el noviciado era muy dura, llena de ayunos y mortificaciones que influyeron en el carácter y espíritu de los novicios los ayudaba a discernir si tenían verdadera vocación; fue en este período que las enfermedades que arrastraba desde niño fueron creciendo y se quedaron con él hasta el día de su muerte. El maestro de novicios testificó que fray Pío «fue siempre un novicio ejemplar, puntual en la observancia de la regla y nunca daba motivo para ser reprendido».

El 22 de enero de 1904 terminó su noviciado y pronunció sus votos temporales.
El 25 de enero de ese mismo año se trasladó al convento de Sant’Elía para continuar con sus estudios. Es en este convento donde sucede su primera bilocación asistiendo al nacimiento de Giovanna Rizzani, futura hija espiritual suya, nacida en Udine, Venecia, lejos de donde físicamente se encontraba el padre Pío en ese momento.
El 27 de enero de 1907 hizo la profesión de sus votos solemnes. Ese mismo año fue trasladado al convento de Serracapriola, ubicado a quince kilómetros del mar, pero no le hizo nada bien y su salud decayó. Sus superiores lo enviaron de regreso a Pietrelcina para ver si el clima de su casa le hace bien. En esta época la gente de su pueblo confiaba en él, pidiéndole consejo, y así Francisco empezó una dirección de almas.

En 1908 regresó al convento, pero esta vez a Montefusco. En noviembre de ese año recibió las órdenes menores (portero, lector, exorcista, acólito) y luego el subdiaconado. Toda esta época fue para él de mucha oración y estudio.
El 10 de agosto de 1910 fue consagrado sacerdote en la catedral de Benevento. Pero permaneció con su familia hasta 1916 por motivos de salud. Allí en su pueblo natal dijo haber recibido los estigmas. En septiembre de 1916 fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, donde vivió hasta su muerte. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el cuerpo médico italiano (1917-1918).

Los estigmas
Sin duda alguna lo que hizo más famoso al padre Pío fue el fenómeno de los estigmas, llamados pasionarios (por ser semejantes a los de Jesucristo en su Pasión): heridas en manos, pies, costado y hombro, dolorosas aunque invisibles entre 1911 y 1918, y visibles desde este último año hasta su muerte. Su sangre tenía al parecer perfume de flores, aroma asociado a la santidad. La noticia de que el padre Pío tenía los estigmas se extendió rápidamente. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovanni Rotondo para verle, besarle las manos, confesarse con él y asistir a sus misas. Se trató del primer sacerdote estigmatizado.

Ante la fama del padre, la Santa Sede envió a investigar a una celebridad en materia de psicología, el padre Agostino Gemelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y amigo del papa Pío XI. Cuando el padre Gemelli se fue de San Giovanni, publicó un artículo en que afirmaba que los estigmas eran de origen neurótico. El Santo Oficio se valió de la opinión de este psicólogo e hizo público un decreto el cual declaraba que «no se constata la sobrenaturalidad de los hechos».

En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, prohibiendo las visitas al padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. Como consecuencia, el padre Pío pasó 10 años ―de 1923 a 1933― aislado completamente del mundo exterior.
A raíz de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el padre fundó los «Grupos de Oración del Padre Pío». Los grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del padre los grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros, y en marzo de 1976 pasaban de 1400 grupos con más de 150.000 miembros.

El hospital Casa Alivio del Sufrimiento

El 9 de enero de 1940, el padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual él mismo se refirió como «su obra más grande aquí en la Tierra»: la fundación de un hospital que habría de llamarse Casa Alivio del Sufrimiento. El 5 de mayo de 1956 se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del papa Pío XII. La finalidad del hospital es curar a los enfermos tanto desde el punto de vista espiritual como físico.

En 1940, el padre Pío inició planes para abrir su hospital en San Giovanni Rotondo, que se llamaría la Casa Sollievo della Sofferenza (o Casa de Alivio del Sufrimiento). Barbara Ward, una humanitaria británica y periodista en misión en Italia, jugó un papel importante en la obtención de una subvención de 325.000 dólares por parte del UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration: Socorro de las Naciones Unidas y Administración de Rehabilitación). El hospital abrió sus puertas en 1956.
Con el fin de que el padre Pío pudiera supervisar este proyecto directamente, en 1957 el papa Pío XII le concedió la dispensa de su voto de pobreza.

Sin embargo, en 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar informaciones acerca de la administración que el padre Pío hacía de la Casa Alivio del Sufrimiento, acusándolo de apropiación indebida de fondos.3 En Italia, la izquierda lo había bautizado «el monje más rico del mundo».5
Después de varias investigaciones conducidas por la Curia Romana, se le quitó la administración del hospital. A sus seguidores se les recomendó no asistir a sus misas ni confesarse con él. Pero estos se negaron a seguir las recomendaciones.

Muerte

El 20 de septiembre de 1968 el padre Pío cumplió 50 años de sufrir los estigmas, celebrando una misa multitudinaria. Sus fieles ubicaron alrededor del altar 50 grandes macetas con rosas rojas, por sus 50 años de sangre.
Tres días después, el 23 de septiembre de 1968, el padre Pío falleció. Su funeral fue tan multitudinario que se tuvo que esperar cuatro días para que la multitud de personas pasara a despedirse. Se calcula que hubo más de 100.000 participantes en el entierro.

Antes y después de su muerte


Tiempo antes de morir ―al no disponer de privacidad, bajo control médico― los estigmas que había padecido los últimos 50 años cicatrizaron. Cuando le quitaron los guantes prácticamente no quedaban marcas de ellos.
En noviembre de 1969 comenzaron los preliminares de la causa de beatificación del padre Pío. El 18 de diciembre de 1997, el papa Juan Pablo II lo pronunció venerable. El 2 de mayo de 1999, el mismo papa lo beatificó, y el 16 de junio de 2002, lo canonizó bajo el nombre de san Pío de Pietrelcina.6



Dones del padre Pío

Según los creyentes en el padre Pío, sus dones fueron:
  • Discernimiento extraordinario: capacidad de leer las conciencias, don que utilizó frecuentemente durante el ministerio del sacramento de la confesión.
  • Curación: curas milagrosas mediante el poder de la oración.
  • Bilocación: estar en dos lugares al mismo tiempo.
  • Perfume: en su presencia se podía percibir fragancia de flores (el «olor de santidad»).
  • Lágrimas: cuando rezaba el Rosario a veces derramaba lágrimas.
  • Estigmas: exhibió estigmas desde el 20 de septiembre de 1918 y los llevó durante 50 años hasta tiempo antes de su muerte (en septiembre de 1968).


Citas de Pío de Pietrelcina
  • Solo soy un humilde fraile que ora...
  • Quédate conmigo, Señor...
  • Reza, ten fe y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración... La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón...
  • Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre.
  • Haré más desde el Cielo, que lo que puedo hacer aquí en la Tierra.
  • El hábito de preguntar «por qué» ha arruinado el mundo.


Oración
Bienaventurado padre Pío, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos «un crucificado sin cruz». El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del perdón. Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora en el cielo haciendo bien e intercediendo por nosotros. Queremos contar con tu ayuda. Ruega por nosotros. Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Controversia

El padre Pío fue objeto de numerosas investigaciones.2 3 En el período comprendido entre 1924 a 1931, la Santa Sede hizo varias declaraciones negando que los acontecimientos en la vida del padre Pío se debieran a alguna causa divina.1 2 En un momento dado, se le impidió públicamente el desempeño de sus deberes sacerdotales, como el confesar y dar misa.2 Por temor a disturbios locales, un plan para transferir al padre Pío a otro convento fue abandonado y un segundo plan fue cancelado cuando un motín estuvo a punto de suceder.

En 1933 la marea empezó a cambiar, cuando el papa Pío XI ordenó a la Santa Sede que revirtiera la prohibición de la celebración de misa del padre Pío. El papa declaró: «No he estado mal dispuesto hacia el padre Pío, sino que me habían informado mal».1 En 1934 se le permitió volver a escuchar confesiones. También se le dio permiso honorario para predicar, a pesar de no haber tomado el examen para la licencia de predicación.1 El papa Pío XII, quien asumió el papado en 1939, animó a los devotos a visitar al padre Pío.

El papa Juan XXIII

De acuerdo con un reciente libro, el papa Juan XXIII (1958-1963) no adoptó la perspectiva de su predecesor, y escribió en 1960 sobre el «engaño enorme» del padre Pío.

El papa había recibido denuncias de algunos eclesiásticos (en esa época se acostumbraba a escribir en latín) que acusaban al monje ―que con frecuencia se azotaba con un látigo con puntas de metal― de «bis in hebdómada copulabat cum muliere» (‘dos veces en la semana copula con mujeres’). El papa Juan XXIII autorizó que controlaran las actividades del sacerdote, incluso que lo espiaran en su confesionario.

Existieron largas investigaciones para resolver al menos 23 denuncias de seguidores íntimos, que decían que el padre Pío falsificaba los milagros y había tenido relaciones sexuales con sus seguidoras más fieles. En la jerarquía de la Iglesia muchos dudaban de que su estigmas fueran reales (sugerían que las provocaba con ácido nítrico) y que utilizaba agua de colonia para crear el «olor de santidad» que lo hacía famoso.

Se afirma que las supuestas habilidades místicas del padre Pío fueron comprobadas solo con pruebas anecdóticas. Algunas de sus supuestas bilocaciones son coherentes con meras alucinaciones. Nunca se le pudo controlar continuamente para garantizar que no utilizaba productos químicos (como el ácido carbólico o yodo) para evitar la cicatrización de sus heridas.

El Vaticano envió como investigador al fundador del Hospital Universitario Católico de Roma, quien concluyó que el padre Pío era «un ignorante y psicópata automutilador que se aprovecha de la credulidad de las personas».

El 25 de junio de 1960, el papa Juan XXIII escribió en su diario íntimo acerca de las actividades del padre Pío:
Stamane da mgr Parente, informazioni gravissime circa P.P. e quanto lo concerne a S. Giov. Rotondo. L’informatore aveva la faccia e il cuore distrutto. [...] Con la grazia del Signore io mi sento calmo e quasi indifferente come innanzi ad una dolorosa e vastissima infatuazione religiosa il cui fenomeno preoccupante si avvia ad una soluzione provvidenziale. Mi dispiace di P.P. che ha pur un’anima da salvare, e per cui prego intensamente» annota il Pontefice. L’accaduto ―cioè la scoperta per mezzo di filmine, «si vera sunt quae referentur», dei suoi rapporti intimi e scorretti con le femmine che costituiscono la sua guardia pretoriana sin qui infrangibile intorno alla sua persona― fa pensare ad un vastissimo disastro di anime, diabolicamente preparato, a discredito della S. Chiesa nel mondo, e qui in Italia specialmente. Nella calma del mio spirito, io umilmente persisto a ritenere che il Signore faciat cum tentatione provandum, e dall’immenso inganno verrà un insegnamento a chiarezza e a salute di molti. Esta mañana recibí por Mons. Parente, informaciones gravísimas sobre el P. P. y cuanto se relaciona con San Giovanni Rotondo. El informador tenía la cara y el corazón destruidos. [...] Con la gracia de Dios, me siento tranquilo y casi indiferente como ante una dolorosa y vastísima infatuación religiosa, cuyo fenómeno preocupante comienza con una solución providencial. Lo siento por el P. P., que tiene sin embargo un alma que salvar, y por quien ruego intensamente. Lo acaecido ―esto es, el descubrimiento de estas filmaciones, si vera quae sunt referentur [‘si las verdades a las cuales se refiere’, en latín], sus relaciones íntimas e incorrectas con las mujeres que forman su guardia pretoriana hasta ahora infranqueable en torno a su persona― me hacen pensar en un vastísimo desastre de almas, diabólicamente preparado para desacreditar a la Santa Iglesia en el mundo, y especialmente aquí en Italia. En la calma de mi espíritu, humildemente persisto en creer que el Señor faciat cum tentatione provandum (‘haga de la tentación una prueba’), y de este inmenso engaño vendrá una enseñanza para la claridad y la salud de muchos.

Papa Juan XXIII, diario del 25 de junio de 1960, en cuatro hojas;
permaneció inédito hasta 2007, en que fue publicado por Sergio Luzzatto11
El 29 de julio de 1960 ―apenas un mes después de la anotación del papa―, el monseñor Carlo Maccari (1913-1997), quien más tarde se convertiría en el arzobispo de Ancona, comenzó otra investigación en nombre del papa Juan XXIII y el Santo Oficio. Se dice que el informe de 200 páginas que compiló, aunque nunca se publicó en su totalidad, es devastadoramente crítico. Los rumores en el Vaticano por mucho tiempo sostuvieron que el Expediente Maccari fue un obstáculo insuperable para otorgar la santidad al padre Pío. El arzobispo Maccari falleció en un accidente de tránsito.12 Los seguidores del padre Pío afirman en cambio que murió en su lecho y que habría orado al padre Pío.

En los pasillos del Vaticano el consenso decía que el padre Pío era un ingenuo histérico, o en el peor de los casos, un estafador.
El papa Juan XXIII le prohibió decir la misa en público, publicar sus populares oraciones, recibir visitas, y hablar con mujeres en privado.
A pesar de las pruebas en su contra (filmaciones, denuncias), el padre Pío se negó a hacer alguna confesión a sus seguidores, permitiendo que lo consideraran un mártir víctima del poder eclesiástico.

Sin embargo, tras la muerte de Juan XXIII (3 de junio de 1963), el papa Pablo VI rechazó las acusaciones de su antecesor, aunque sin aportar ninguna prueba.

En 2007, el historiador y profesor italiano Sergio Luzzatto (1963-) publicó Padre Pio. Miracoli e politica nell’Italia del Novecento, donde denunció estos hechos. Entrevistó a personas que habían conocido al padre Pío personalmente:
El padre Pío me llamó en absoluto secreto y me pidió que no les dijera a sus hermanos; me dio personalmente una botella vacía, y me pidió si podría llevarlo a él de vuelta desde Foggia a San Giovanni Rotondo con cuatro gramos de ácido carbólico puro. Me explicó que el ácido era para desinfectar jeringas para inyecciones. También pidió otras cosas, como pastillas Valda.

Maria De Vito, prima del farmacéutico de Foggia
Las denuncias fueron recibidas con una instantánea desmentida de los seguidores del padre Pío.
El señor Luzzatto es un mentiroso [...] y propaga calumnias anticatólicas. [...] Nos gustaría recordarle al Sr. Luzzatto que ―de acuerdo con la doctrina católica―, la canonización lleva consigo la infalibilidad papal. Nos gustaría sugerir al Sr. Luzzatto que dedique sus energías al estudio de la religión de manera apropiada.
Pietro Siffi, presidente de la católica Liga Antidifamación

En 2011, Stefano Campanella (director de Tele Radio Padre Pio, en San Giovanni Rotondo) publicó el libro Obedientia et pax. La verdadera historia de una persecución falsa, donde afirmó que el papa Juan XXIII no había estado en contra del padre Pío.


Anécdotas: San Padre Pío de Pietrelcina




¡CUIDA POR DÓNDE CAMINAS!
Un hombre fue a San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío pero era tal la cantidad de gente que había que tuvo que volverse sin ni siquiera poder verlo. Mientras se alejaba del convento sintió el maravilloso perfume que emanaba de los estigmas del padre y se sintió reconfortado.
Unos meses después, mientras caminaba por una zona montañosa, sintió nuevamente el mismo perfume. Se paró y quedó extasiado por unos momentos inhalando el exquisito olor. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba al borde de un precipicio y que si no hubiera sido por el perfume del padre hubiera seguido caminando... Decidió ir inmediatamente a San Giovanni Rotondo a agradecer al Padre Pío. Cuando llegó al convento, el Padre Pío, el cual jamás lo había visto, le gritó sonriendo:- "¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!".

DEBAJO DEL COLCHÓN
Una señora sufría de tan terribles jaquecas que decidió poner una foto del Padre Pío debajo de su almohada con la esperanza de que el dolor desaparecería. Después de varias semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su temperamento italiano la hizo exclamar fuera de sí: -"Pues mira Padre Pío, como no has querido quitarme la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo". Dicho y hecho. Enfadada puso la fotografía del padre debajo de su colchón.
A los pocos meses fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre. Apenas se arrodilló frente al confesionario, el padre la miró fijamente y cerró la puertecilla del confesionario con un soberano golpe. La señora quedó petrificada pues no esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra. A los pocos minutos se abrió nuevamente la puertecilla del confesionario y el padre le dijo sonriente: "No te gustó ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que me pusieras debajo del colchón!".

LOS CONSEJOS DEL PADRE PÍO
Un sacerdote argentino había oído hablar tanto sobre los consejos del Padre Pío que decidió viajar desde su país a Italia con el único objeto de que el padre le diera alguna recomendación útil para su vida espiritual. Llegó a Italia, se confesó con el padre y se tuvo que volver sin que el padre le diera ningún consejo. El padre le dio la absolución, lo bendijo y eso fue todo. Llegó a la Argentina tan desilusionado que se desahogaba contando el episodio a todo el mundo. "No entiendo por qué el padre no me dijo nada", decía, "¡y yo que viajé desde la Argentina sólo para eso!" "-El Padre Pío lee las consciencias y sabía que yo había ido con la esperanza de que me diera alguna recomendación", etc, etc. Así se quejaba una y otra vez hasta que sus fieles le empezaron a preguntar: "Padre, ¿está seguro que el padre Pío no le dijo nada? ¿no habrá hecho algún gesto, algo fuera de lo común?". Entonces el sacerdote se puso a pensar y finalmente se acordó que el Padre Pío sí había hecho algo un poco extraño. "-Me dio la bendición final haciendo la señal de la cruz sumamente despacio, tan despacio que yo pensé: ¿es que no va a acabar nunca?", contó a sus fieles. "¡He ahí el consejo!", le dijeron, "usted la hace tan rápido cuando nos bendice que más que una cruz parece un garabato". El sacerdote quedó contentísimo con esta forma tan original de aconsejar que tenía el Padre Pío.

EL VIGILANTE Y LOS LADRONES

"Unos ladrones merodeaban en mi barrio, en Roma, y esto me impedía ir a visitar al Padre Pío. Al final me decidí después de haber hecho un pacto mental con él: "Padre, yo iré a visitarte si tú me cuidas la casa...".
Una vez en San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre y al día siguiente, cuando fui a saludarle, me reprendió: "¿Aún estás aquí? ¡Y yo que estoy sudando para sostenerte la puerta!".
Me puse de viaje inmediatamente, sin haber comprendido qué había querido decirme.
Habían forzado la cerradura, pero en casa no faltaba nada."

NIÑOS Y CARAMELOS
"Hacía tanto tiempo que no iba a visitar al Padre Pío que me sentía obsesionada por la idea de que se hubiera olvidado de mí.
Una mañana, después de haberle confiado, como de costumbre, mi hija bajo su protección, fui a Misa. De regreso, encontré a la pequeña saboreando un caramelo. Sorprendida le pregunté quién le había dado el "melito", como ella llamaba a los caramelitos, y muy contenta me señaló el retrato del Padre Pío que dominaba sobre el corralito donde dejaba a la pequeña durante mis breves ausencias.
No di ninguna importancia al episodio y no pensé más en él.
Después de algún tiempo, no logrando sacarme de la cabeza la idea de que el Padre Pío se hubiera olvidado de mí, pude finalmente ir a visitarlo. Inmediatamente después de la confesión, cuando fui a besarle la mano, me dijo riendo: "...¿también tú querías un "melito"?".

UN CALVO

"No había remedios para mi cabello que iba desapareciendo de mi cabeza, y sinceramente me disgustaba quedar calvo. Me dirigí al Padre Pío y le dije: "Padre, ruegue para que no se me caiga el cabello".
El Padre en ese momento bajaba por la escalera del coro. Yo lo miraba ansioso esperando una contestación. Cuando estuvo cerca de mí cambió el semblante y con una mirada expresiva señaló a alguien que estaba detrás y me dijo: "Encomiéndate a él". Me di vuelta. Detrás había un sacerdote completamente calvo, con una cabeza tan brillante que parecía un espejo. Todos nos echamos a reír.

EL ZAPATAZO

Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo: "¿Por qué no rezas al Padre Pío para que te quite el dolor de muelas?? Mira aquí está su foto, rézale". El hombre se enojó y gritó furibundo: "¿Con el dolor que tengo quieres que me ponga a rezar?". Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la foto del Padre Pío.
Algunos meses más tarde su esposa lo convenció de irse a confesar con el Padre Pío a San Giovanni Rotondo. Se arrodilló en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los pecados que se acordaba, el Padre le dijo: "¿Qué más recuerdas?" "Nada más", contestó el hombre. "¿¿Nada más??  ¡¿y qué hay del zapatazo que me diste en plena cara?!."

EL SALUDO "GRANDE, GRANDE"

Una hija espiritual del Padre Pío se había quedado en San Giovanni Rotondo tres semanas con el único propósito de poder confesarse con él. Al no lograrlo, ya se marchaba para Suiza profundamente triste, cuando se acordó que el Padre Pío daba todos los días la bendición desde la ventana de su celda. Se animó con la idea de que por lo menos recibiría su bendición antes de partir y salió corriendo hacia el convento. Por el camino iba diciendo para sus adentros: "quiero un saludo grande, grande, sólo para mí". Cuando llegó se encontró con que la gente se había marchado pues el Padre había dado ya su bendición, los había saludado a todos agitando su pañuelo desde su ventana y se había retirado a descansar. Un grupo de mujeres que rezaban el Rosario se lo confirmaron. Era inútil esperar. La señora no se desanimó por eso y se arrodilló con las demás mujeres diciendo para sí: "no importa, yo quiero un saludo grande, grande, sólo para mí". A los pocos minutos se abrió la ventana de la celda del Padre y éste, luego de dar nuevamente su bendición, se puso a agitar una sábana a modo de saludo en vez de usar su pañuelo. Todos se echaron a reír y una mujer comentó: "-¡Miren, el padre se ha vuelto loco!". La hija espiritual del padre comenzó a llorar emocionada. Sabía que era el saludo "grande, grande" que había pedido para sí.

UN NIÑO Y LOS CARAMELOS

Un niño, hijo de un guardia civil, deseaba tener un trencito eléctrico desde hacía mucho tiempo. Acercándose la fiesta de Reyes, se dirigió a un retrato del Padre Pío colgado en la pared, y le hizo esta promesa: "Oye, Padre Pío, si haces que me regalen un trencito eléctrico, yo te llevaré un paquete de caramelos".
El día de los Santos Reyes el niño recibió el trencito tan deseado.
Pasado algún tiempo, el niño fue con su tía a San Giovanni Rotondo. El padre Pío, paternal y sonriente, le preguntó: "-Y los caramelos, ¿dónde están?".

¡POR DOS HIGOS!

Una señora devota del Padre Pío comió un día un par de higos de más. Asaltada por los escrúpulos, pues le parecía que había cometido un pecado de gula, prometió que iría en cuánto pudiera a confesarse con el Padre Pío. Al tiempo se dirigió a San Giovanni Rotondo y al final de la confesión le dijo al padre muy preocupada: "Padre, tengo la sensación de que me estoy olvidando de algún pecado, quizá sea algo grave". El Padre le dijo: "No se preocupe más. No vale la pena. ¡Por dos higos!".

¿ESPERAS QUE ME CASE YO CON ELLA?

El Padre Pío estaba celebrando una boda. En el momento culminante del acto el novio, muy emocionado, no atinaba a pronunciar el "sí" del rito.
El Padre esperó un poco, procurando ayudarlo con una sonrisa, pero viendo que era en vano todo intento, exclamó con fuerza: "¡¿En fin, quieres decir este "sí" o esperas que me case yo con ella?!".

¡PADRE, RUEGUE POR MIS HIJITOS!

Una señora muy devota del Padre Pío nunca se iba a dormir sin haberle encomendado antes a sus hijos. Todos las noches se arrodillaba frente a la imagen del Padre y le decía: "Padre Pío, ruegue por mis hijitos”. Después de tres años de rezar todos los días la misma jaculatoria pudo ir a San Giovanni Rotondo. Cuando vio al Padre le dijo: "Padre, ruegue por mis hijitos". "Lo sé, hija mía", le dijo el Padre, "¡hace tres años que me vienes repitiendo lo mismo todos los días!".

¡Y TÚ TE BURLAS!

Una devota del Padre Pío se arrodillaba todos los días frente a la imagen del padre y le pedía su bendición. Su marido, a pesar de ser también devoto del padre, se moría de la risa y se burlaba de ella pues consideraba que aquello era una exageración. Todas las noches se repetía la misma escena entre los esposos. Una vez fueron los dos a visitar al Padre Pío y el señor le dijo: "Padre, mi esposa le pide su bendición todas las noches". "Lo sé", contestó el Padre, "¡y tú te burlas!".

 

BILOCACIONES

 
PADRE PÍO REZA A SAN PÍO X
Una vez el Cardenal Merry del Val contó al Papa Pío XII que había visto al Padre Pío rezando en San Pedro frente a la tumba de San Pío X, el día de la canonización de Santa Teresita. El Papa preguntó al Beato Don Orione qué pensaba del asunto. Don Orione respondió: “Yo también lo vi. Estaba arrodillado rezando a San Pío X. Me miró sonriente y luego desapareció”.

PADRE PÍO EN URUGUAY

Monseñor Damiani, obispo uruguayo, fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre Pío. Luego de confesarse se quedó unos días en el convento. Una noche se sintió enfermo y llamaron al Padre Pío para que le diera los últimos sacramentos. El padre Pío tardó mucho en llegar y cuando lo hizo le dijo:
“Ya sabía yo que no te morirías. Volverás a tu diócesis y trabajarás algunos años más para gloria de Dios y bien de las almas”. “Bueno”, contestó Monseñor Damiani, “me iré pero si usted me promete que irá a asistirme a la hora de mi muerte”. El Padre Pío dudó unos instantes y luego le dijo “Te lo prometo”.


Monseñor Damiani volvió al Uruguay y trabajó durante cuatro años en su diócesis.
En el año 1941 Monseñor Alfredo Viola festejó sus bodas de plata sacerdotales. Para tal acontecimiento se reunieron todos los obispos uruguayos y algunos argentinos en la ciudad de Salto, Uruguay. Entre ellos estaba Monseñor Damiani, enfermo de angina pectoris. Hacia la medianoche el Arzobispo de Montevideo, luego Cardenal Antonio María Barbieri, se despertó al oír golpear a su puerta. Apareció un fraile capuchino en su habitación que le dijo: "Vaya inmediatamente a ver a Monseñor Damiani. Se está muriendo". Monseñor Barbieri fue corriendo a la alcoba de Monseñor Damiani, justo a tiempo para que éste recibiera la extremaunción y escribiera en un papel: “Padre Pío..” y no pudo terminar la frase. Fueron muchos los testigos que vieron un capuchino por los corredores. Quedó en el palacio espiscopal de Salto un medio guante del padre Pío que curó a varias personas.

En 1949 Monseñor Barbieri fue a San Giovanni Rotondo y reconoció en el padre al capuchino que había visto aquella noche, a más de diez mil kilómetros de distancia. El Padre no había salido en ningún momento de su convento.
Hoy día hay en Salto una gruta que recuerda esta bilocación y desde allí el padre ha hecho varios milagros.

NOS HEMOS SALVADO POR LOS PELOS AQUELLA TARDE ¿EH GENERAL?

El General Cardona, después de la derrota de Caporetto, cayó en un estado de profunda depresión y decidió acabar con su vida. Una tarde se retiró a su habitación exigiéndo a su ordenanza que no dejara pasar a nadie. Se dirigió a un cajón, extrajo una pistola y mientras se apuntaba la sien oyó una voz que le decía: "Vamos, General, ¿realmente quiere hacer esta tontería?". Aquella voz y la presencia de un fraile lo disuadieron de su propósito, dejándolo petrificado. Pero ¿cómo había podido entrar ese personaje en su habitación? Pidió explicaciones a su ordenanza y este le contestó que no había visto pasar a nadie. Años más tarde, el General supo por la prensa que un fraile que vivía en el Gargano hacía milagros. Se dirigió a San Giovanni Rotondo de incógnito y ¡cuál no fue su sorpresa cuando reconoció en el fraile al capuchino que había visto en su habitación! "Nos hemos salvado por los pelos aquella tarde ¿eh General?", le susurró el Padre Pío.

AMOR DEL PADRE PÍO POR SAN PÍO X Y PÍO XII

El Padre Pío solía decir que San Pío X era el papa más simpático desde San Pedro hasta nuestros días. “Un verdadero santo”, decía siempre, "la auténtica figura de Nuestro Señor". Cuando murió San Pío X Padre Pío lloraba como un niño diciendo: “Esta guerra se ha llevado a la víctima más inocente, más pura y más santa: el Papa”, pues corrían rumores que el Santo Padre había ofrecido su vida para salvar a sus hijos del flagelo de la guerra.
Una vez Padre Pío dijo a un sacerdote que iba para Roma: “Dile a su Santidad (Pío XII) que con gusto ofrezco mi vida por él”. Cuando murió Pío XII el Padre Pío también lloraba desconsoladamente. Al día siguiente de la muerte no lloraba más y entonces le preguntaron: "Padre, ¿ya no llora por el Papa?" "No", contestó el padre, "pues Cristo ya me lo ha mostrado en Su gloria".

REACCIONES FRENTE AL "AGGIORNAMENTO" DE LOS FRANCISCANOS

El Padre Pío ya había expresado su descontento frente a los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II cuando el cardenal Bacci fue a verlo a San Giovanni Rotondo. “¡Terminad con el concilio de una vez! ¡Por piedad, terminádlo pronto!”, le había dicho al cardenal.
Cuando el encargado de la Orden franciscana fue a San Giovanni Rotondo para pedirle oraciones al Padre para los "Nuevos Capítulos" el padre se enojó mucho. Apenas oyó el padre la palabra "nuevos capítulos" se puso a gritar: "¿Qué están combinando en Roma? ¡Ustedes quieren cambiar la regla de San Francisco! En el juicio final San Francisco no nos reconocerá como hijos suyos". Y frente a la explicación de que los jóvenes no querían saber de nada con la tonsura ni con el hábito, el padre gritó: "¡Echádlos fuera! ¡Ellos se creen que le hacen un favor a San Francisco entrando en su Orden cuando en realidad es San Francisco quien les hace un gran don!".

Fuente: “La voce del Padre Pío”, “Padre Pío de Pietrelcina” de Yves Chiron

la casa donde vivió de niño y de joven

retratos de los padres (el padre se fue a Estados Unidos a trabajar dos veces)


 iglesia donde fue bautizado